Hay muchas formas de llegar al álbum ilustrado. Puede ser que el lector se acerque a este formato como mediador de lectura de otros, generalmente prelectores o primeros lectores. Sus hijos, sus alumnos, sus sobrinos, los hijos de amigos. También puede llegar como destinatario de la lectura, claro. Esos niños y niñas que se convertirán en futuros lectores o que, incluso, empiezan a leer, leen algo o ya leen de todo. También hay muchas maneras de quedarse en un álbum ilustrado: atrapados por disfrute o enamorados como recurso. Sea como sea, hay muchas cosas que decir acerca de lo que es un álbum ilustrado, a quiénes está dirigido o qué tipo de álbumes ilustrados encontramos. Os lo contamos a lo largo del siguiente texto.
El nacimiento del álbum ilustrado
La literatura infantil y juvenil como concepto es relativamente reciente y, de hecho, ha cambiado mucho desde la aparición de los primeros libros dirigidos a este público. Aunque desde el siglo XVII ya hay algunas obras que han acabado siendo grandes clásicos infantiles –como es el caso de los cuentos de Perrault– lo cierto es que no es hasta finales del siglo XIX cuando podemos hablar de un despegue de la literatura infantil como tal. De aquella época son los cuentos de los hermanos Grimm y Hans Christian Andersen, pero también las historias de Dickens, Carrol, Twain o Verne. También de Selma Lagerlöf, la primera mujer que ganó el Nobel de Literatura, hasta entonces vetado a los escritores. De ella es El maravilloso viaje de Nils Holgersson , una obra de culto en la literatura infantil.
Desde el siglo XIX ha habido libros con ilustraciones pero el nacimiento del álbum ilustrado, lo más similar al concepto que tenemos hoy, se lo debemos a Randolph Caldecott. Él fue quien, en el último tercio del XIX, logró fusionar texto e imagen de forma que las palabras pudieran omitirse sin que la historia dejara de poder entenderse. Pasarían aún unos años hasta que el género se consolidara. Fue en la década de los sesenta de la mano de dos autores imprescindibles: Maurice Sendak y Tomi Ungerer. Muchos de los autores que llegaron después de inspiraron, y se siguen inspirando en sus obras. El mejor ejemplo es Oliver Jeffers, autor de títulos como ‘Cómo atrapar una estrella’, ‘Estamos aquí’ o ‘El viaje de Fausto’, quien ha estado influido por autores como Tomi Ungerer o Quentin Blake.
Características del álbum ilustrado
Hoy el álbum ilustrado se ha convertido en un objeto valioso tanto por su parte lúdica como por la educativa. Muchos de los álbumes que aparecieron el siglo pasado se han convertido en grandes clásicos, en los imperdibles de las bibliotecas particulares de muchas familias. Pero en ellas se han colado un sinfín de títulos de gran calidad. La imagen alcanza en el álbum ilustrado un protagonismo nunca visto antes: las ilustraciones aportan calidad, información y belleza. También las técnicas de ilustración y de impresión han revolucionado un género que está vivo, que se mueve, que evoluciona. Que aporta.
¿Cómo definir el concepto de álbum ilustrado? Podríamos decir que es aquel libro que contiene texto (normalmente con una tipografía mayor que la estándar del concepto de libro) e ilustraciones (ilustraciones que complementan, conectan, informan), y que generalmente se compone de tapas duras y una media de 40 páginas. La portada de un álbum ilustrado es ya la gran protagonista: se cuida mucho porque será la puerta de entrada para el lector. Qué colores escoger, qué tipo de imágenes destacar y el título, juegan un papel clave en la selección de un álbum ilustrado.
En los últimos años algunos autores han cambiado la ilustración clásica por otras técnicas como la fotografía o la combinación de fotografía e ilustración. Un ejemplo podría ser ‘Formas’ y ‘Contrarios’, los álbumes inspirados en la filosofía Montessori creados por Biosphoto, una agencia especializada en la naturaleza y que representa a los mejores fotógrafos de animales del mundo.
No sólo para niños: el álbum ilustrado traspasa las barreras de edad
Aunque podríamos pensar que el álbum ilustrado pertenece exclusivamente al público infantil, lo cierto es que se trata de un género literario que puede ser disfrutado no sólo por niños sino también por los lectores jóvenes y adultos de todas las edades. En primer lugar, por el atractivo formato de las historias: imágenes de gran calidad, con un poder narrativo impresionante. En segundo lugar por las propias historias, más o menos complejas, más o menos creativas, pero todas ellas sin restricción de edad. Importa leer. Disfrutar. Aprovechar esa oportunidad que nos ofrece la literatura para sumergirnos en un mundo imaginario.
La clasificación de la literatura infantil y juvenil por edades es algo que hacemos tradicionalmente desde hace décadas. Si bien esto para muchos expertos en LIJ y editores es muy restrictivo, otros lo ven como una herramienta para los mediadores de lecturas pero también para los propios lectores, que pueden encontrar en este tipo de libros su espacio. El “grupo” lector que les pertenece sin que esto les limite a tener curiosidad por descubrir otros formatos según avanzan en el aprendizaje de la lectoescritura. ¿Y por qué no volver siendo ya adolescente o adulto?